Esto que veo. Esto que leo. Esto que siento. Esto que escribo. Estoy que soy.

miércoles, junio 30, 2010

Día 27: Good night, and good luck


Discursos como el de Edward R. Murrow (con el que abre y cierra la película), ante la Radio and Television News Directors Association, en 1958, me dejan fría. Poquito más de 50 años transcurridos y son palabras que se mantienen completamente vigentes. Esperando a que una mayoría las tome en cuenta y se rija por ellas. La tele será a colores, la música ya no se tocará en vivo para ningún show, los programas se harán de una forma muy distinta, la tecnología habrá cambiado muchas cosas... pero qué poco avanza en algunos asuntos básicos la humanidad, francamente.

martes, junio 29, 2010

Día 26: Kick-Ass


Nunca he leído un cómic, pero pasa que desde hace algunos años no me pierdo una adaptación al cine (culpen al mareado, que algo sabe al respecto). Y vaya si termino disfrutándolas más de lo imaginado. Kick-Ass, por ejemplo. Fuera de la acción, los karatazos, los villanos y la diversión, me gusta que, casi siempre, detrás de cada historia hay hartas cuestiones retóricas, como: si no se necesitan superpoderes para ser un superhéroe, ¿basta ponerse unas mallas y una capa para serlo? ¿O así sólo se es un héroe? O aquello de que es mentira de que sólo con un gran poder viene una gran responsabilidad. Eso, y cómo se retuerce la trama para que un loser absoluto con buenas intenciones se reinvindique un poco como persona, sin dejar realmente de ser un poco loser.

*Quiero el disfraz de Hit Girl para Halloween.

lunes, junio 28, 2010

Día 25: Children of men


Hay dos escenas que siempre termino recordando de Children of men. La primera, cuando Theo (Clive Owen, enoooorme), sin que nadie lo vea más que nosotros, escucha desde una esquina la conversación entre Jasper, Kee y Miriam. Me asombra cómo va cambiando su expresión facial conforme avanza la charla y él revive su historia con Julian y Dylan. La otra, cuando la porquería en la que se ha convertido el mundo se detiene azorado ante el hasta entonces extinto llanto de un bebé, antes de volver a la agujereada realidad cortesía de un bombazo.
Pero lo que más atesoré esta vez es el retrato de una capacidad única del espíritu: la de servir a los actos más nobles sin necesidad de otra recompensa que el haber ayudado en lo que se podía, incluso cuando todo está podrido. Hasta ahora no había caído del todo en cuenta de que la historia está plagada de individuos improbablemente bondadosos (empezando por Theo) que, sin darse cuenta, se van tendiendo la mano y tendiendo un lazo hasta lograr que Kee y su pequeñita encuentren, en medio de una densa niebla, el Tomorrow (aquí ningún simbolismo es gratuito, me cae). Si el futuro será otro para cada uno de esos seres bondadosos, no importa. Importa que hicieron lo que estaba en sus manos cuando fue necesario.

domingo, junio 27, 2010

Día 24: The reader


Había visto esta película sólo en fragmentos y en completo desorden. Así que verla ahora es como haberla visto por primera vez. Aisladamente no le había encontrado el drama, pero conforme la vi escena a escena y en orden me fui apretujando debajo de las cobijas. Las sesiones de sexo fogoso y lectura poscoital (y luego precoital) son sólo la anécdota llamativa. El preámbulo distractor antes del golpe duro y amargo de una madurez trastocada por el peso y la sombra de lo nunca dicho, de los sentimientos engullidos y silenciados. De las pequeñas o grandes pero poderosas vergüenzas personales que tan prisioneros nos hacen, y que incluso nos llevan a actuar en contra de nosotros mismos. Aunque lo que más me ha atrapado de The Reader es la sutilidad para decirnos que uno ve claramente su vida en matices; pero la del resto, en blanco y negro. Y viceversa. Foc. ¿No es ahí justamente donde todo se hace bolas?

viernes, junio 25, 2010

Día 23: The Big Lebowski


Qué decir de esta película aparte de que me carcajeo hasta casi ahogarme de risa con The Dude. No mucho. Salvo que ojalá los Coen lograran algo tan parejo como esto de nuevo. O que pobre del mareado, que intentaba dormir mientras yo la veía. O que se me antojó un white russian. Y ya.

jueves, junio 24, 2010

Semana 4: El guardián entre el centeno


Cuando me vio con este libro en la mano, el mareado se sorprendió de que no lo hubiera leído en la escuela. Pues no, es que a mí en la escuela me hicieron leer puro autor iberoamericano, le expliqué. Mis maestros ejercían un malinchismo inverso, digamos. Y luego me enfrasqué en otras cosas y jamás me pasó por la cabeza leer El guardián entre el centeno, hasta que hace poco me topé con él en la caja de una librería y lo sumé de último momento a la cuenta. Claro, estaba ahí porque no tenía mucho de haberse muerto Salinger, y confieso que me entró una pena tremenda conmigo misma por no haberlo leído y por estar comprándolo empujada por la célebre muerte del autor. Osh. Pues sí, es esa clase de libros que se supone todos debimos haber leído a cierta edad. Pero al grano: ahora que lo terminé pienso en qué fortuna la mía no haberlo hecho antes, porque con lo desadaptadita que era de adolescente (ya me compuse un poco, la verdad) me habría arrastrado en exceso creyéndome una Holden Caulfield más. De la que se salvó el mundo. Dicho esto, sólo añadiré tres cosas:
1. Quiero leerlo en inglés. Tengo la curiosidad de comprobar si también en su idioma original la forma en la que habla Holden parece la de un adolescente actual cualquiera, más de 50 años después de haberse publicado y escrito. Supongo que sí. Y eso sí que es talento.
2. Me fascinó el origen del título (aunque, para variar, tiene más sentido el título original en inglés) y qué grande es el único oficio deseable para Holden.
3. Soy fan de la amargocidez de Salinger.

miércoles, junio 23, 2010

Día 22: Thirst


Chan Wook Park me voló la cabeza con su trilogía dedicada a la venganza: Sympathy for Mr. Vengeance, Oldboy y Lady Vengeance. Desde sus títulos. Pero también por su narrativa, sus planos, su historia, por todo lo que te asesta a chorros. Además de sangre y violencia, claro. Me ha vuelto a pasar lo mismo con Thirst (un título tan simple y a la vez tan elaborado y adecuado). Fuera de que tuve que pestañear varias veces durante la película para asimilar lo que este surcoreano es capaz de retratar y transmitir en un solo acto, llegado el final entré en una especie de vacío auditivo (pero general), como el que te generan los oídos sumamente tapados. Porque, encima, se da el lujo de desterrar la crudeza con humor y un sentido acto de amor. Foc. Total, en una época en la que parece imperioso estar enganchado con al menos alguna historia de vampiros, Thirst es un must. ¿Un sacerdote que se vuelve vampiro y lucha contra la bestia enardecida que lo habita y la convicción de mantener a la moral como conductora de sus actos? Sí, estamos hablando del delirante Chan Wook Park. Ahora quiero conseguir I'm a cyborg, but that's Ok.

Día 21: Toy Story 3



Cómo diablos logra Pixar abrirse paso a lo más profundo de uno con tanta facilidad y removerlo, no lo sé. Pero vaya que sabe hacerlo. No se habían apagado las luces del cine y ya estaba emocionada. No sólo yo. Una especie de emoción creciente se respiraba en la atestada sala. Igualita a aquella que se experimenta cuando vas subiendo lentamente en un carrito la pendiente de un juego mecánico de la que te dejarán caer. Porque, ahora que lo pienso, eso es Toy Story 3: una montaña rusa de escenas en la que disfrutas a lo grande cada subidón, cada bajada, cada vuelta; de la que te alegra no ver cerca el tramo final, de la que definitivamente no quieres bajarte y a la que quieres subirte incluso antes de que llegue el final. Y cómo no, si al ir a través de la historia hay risas, carcajadas, retortijones, lagrimitas, lagrimones (de risa y de ternura y de nostalgia y de...), exclamaciones de sorpresa, un personaje, otro personaje, Totoro!... ¡Uffff! Es una explosión de emociones fantásticamente armada. Lo suficiente para que uno salga de la sala dispuesto a abordar un avión y tomar a fuerza de abrazos y besos las oficinas de Pixar. O al menos así de cargado de alegría y de emoción dejaron mi corazón. Y estoy convencida de que, de tanto por ver, no capté muchos otros detalles. Pretexto más que suficiente para verla de nuevo.

martes, junio 22, 2010

Nota fílmica al blog

Lo confieso: siento que hago trampa cuando veo una película y no escribo mis impresiones el mismo día. O cuando veo dos películas en un día porque el anterior se me complicó. Más aún si escribo sobre una película que terminé viendo el fin de semana. Pero, para mi solaz, existe algo denominado flexibilidad (además de que es mi blog), cuyo significado no sobra en lo absoluto ejercitar. Eso sí, siempre y cuando me mantenga en lo dicho: un ritmo de 5 películas por semana.

Día 20: Open water


La recordaba un pelín más sacante de quicio. Pero es que, claro, vista en pantalla de cine y en la oscuridad de la sala la historia se vive un poco más en medio de la nada marítima. El sillón de casa, en cambio, diluye ese efecto. Aunque sin duda sigo pensando que yo me volvería loca de atar de quedarme varada ahí, con una comunidad de tiburores merodeando debajo de mis pies. Qué puta desesperación esperar a que el tiburón se decida o no a tragarte a mordidas.

lunes, junio 21, 2010

Día 19: He's not that into you


Prometía tanto (por el tema) y falló en igual proporción. Pero para un día en el que la neurona no tiene la menor intención de desplazarse, da lo mismo si está buena o no. La verdad innegable aquí retratada es la exasperante necedad femenina (incluso para nosotras mismas) de darle infinitas vueltas hasta al detalle más simple. Que somos adictas al drama, pues.

viernes, junio 18, 2010

Semana 3 bis: El día antes de la felicidad


Cada que leo un libro tengo por costumbre anotar en una tarjetita blanca las frases o párrafos (y su página) que más me van gustando, que me recuerdan algo, que me significan algo. Unas veces anoto sólo una frase; otras, requiero de hasta dos tarjetas.
Con El día antes de la felicidad, de Erri de Luca, me ha pasado que prácticamente quería copiar en la tarjetita al menos una frase de cada párrafo. Y cómo no, si es un relato bellísimo. Una sencilla y a la vez profunda y deliciosa oda a la vida de 112 páginas, creo yo. Plagada de sabias reflexiones, de frases que conllevan muchas vidas dentro de sí mismas (de esas que uno quisiera escribir). Denotan a alguien que ha vivido pero, sobre todo, que ha escuchado, y mucho. Una historia cuya mayor enseñanza, para mí, es la facultad y la disposición de encontrar lo grandioso incluso bajo lo desfavorable. La de cultivar avidez ante lo que otros tienen que enseñarnos. De cobijar nuestras relaciones con los demás de comprensión, no de prejuicio.
Lo dicho: es un libro hermoso; más para una tarde nublada. Y, sin duda, al mundo le hacen falta más Don Raimondos y Gaetanos.

Acá, uno de los muchos párrafos que marqué:
—Veo que quieres encontrar un santo a toda costa. No existen, ni tampoco los diablos. Lo que hay son personas que hacen algunos gestos buenos y bastantes otros malos. Para hacer uno bueno cualquier momento es el adecuado, pero para hacer uno malo hacen falta ocasiones, comodidades. La guerra es la mejor ocasión para hacer porquerías. Concede el permiso. Para un buen gesto, en cambio, no hacen falta permisos.

*Hay que decir que este libro, publicado en México por Sexto Piso, fue recomendación de @gerguss.

jueves, junio 17, 2010

Día 18: Vicky Cristina Barcelona


La había rentado ya un día y no la disfruté mucho que digamos. Pero la pasaron en la tele y me dije que podía darle una segunda oportunidad, nomás como por no dejar (¿qué?, no sé). Y... será de Woody Allen pero me quedo con la sensación de que es un pastiche de clichés extranjeros demasiado obvios y sosos. Yo no le veo el humor inteligente por ningún lado. Vicky es suficientemente neurótica pero ¡madre santa!, María Elena está como sobreactuadita. Cristina, pues es Scarlett en su unipapel de sexy. Ash. Y luego Javier Bardem tenía que hacerla de macho-conquistador-español, por redundante que suene. ¿Era necesario? No, no, yo quiero más relatos tipo Match Point, mínimo.

Semana 3: El mejor humor inglés


Esta es una recopilación de relatos firmados por autores británicos, confeccionada a propósito de los 40 años de Anagrama. El responsable: Jorge Herralde. Los compendiados: P.G. Wodehouse, Saki, Evelyn Waugh, Tom Sharpe, Roald Dahl, Alan Bennett, Julian Barnes, Martin Amis, Ian McEwan, Douglas Adams y Nick Hornby. El humor, claro, está más que garantizado. Yo debo confesar que, en muchos casos, por tratarse no precisamente de relatos necesariamente sino de extractos de historias más largas, me quedé con ganas de... más, sí. Aunque supongo que esa es la intención. O al menos una de ellas. Fuera de ello, me quedo con el exquisito relato de Roald Dahl, Cordero asado (p.54) y con el de Ian McEwan, Fabricación casera (cuyo final es todo menos humorístico). Y abajo les reproduzco un deleitable fragmento de El loro de Flaubert, escrito por Julian Barnes (p.77):

–¿Los libros no escritos? No son motivo de resentimiento. Ya hay demasiados libros. Además, recuerdo el final de L'Éducation sentimentale. Frédéric y su compañero Deslauriers vuelven la vista atrás para contemplar sus vidas. Su último y favorito recuerdo es el de una visita a un burdel realizada hace muchos años, cuando ambos todavía eran unos colegiales. Habían trazado con todo detalle el plan de la excursión, se hicieron rizar el pelo especialmente para ese acontecimiento, e incluso robaron flores para regalárselas a las chicas. Pero cuando llegaron al burdel Frédéric se puso nervioso, y los dos huyeron corriendo de ahí. Así fue el mejor día de sus vidas. ¿No será que la forma más segura de placer, nos dice implícitamente Flaubert, es el placer de la ilusión? ¿Acaso hay alguien que necesite irrumpir en el desolado desván del cumplimiento?


Día 17: Frost/Nixon


Oh-la-lá. He aquí un ejemplo de cómo un hecho aparentemente anodino puede convertirse en una crónica fílmica para estar al pie de la almohada a las 3am. Claro, sobre todo si se llevan impregnados tintes periodistas en el alma, porque quizá a un contador esta película que narra las minucias de la famosa serie de entrevistas entre David Frost y Richard Nixon sean más de 90 minutos de bostezo. Pero más allá del interés político-periodístico, lo que me resultó más trepidante es el duelo de personalidades, de intelectos. Cómo Ron Howard se las apaña para ir incrementando la tensión del relato y hacernos dejar de lado el hecho de que ya sabíamos el final incluso antes de darle play. Es formidable cómo una llamada la noche previa a la última entrevista (ese poder de cambiarlo todo que suelen tener los detalles) enciende la verdadera mecha de la trama. Digo, si Frost no hubiera recibido esas crudas palabras de la boca alcoholizada de Nixon, ¿habría confrontado con tal decisión su propia debilidad de personalidad, su sobradez de sí mismo? Quizá no. Y quizá una parte de la historia sería otra.

martes, junio 15, 2010

Día 16: Ponyo



Si fuera niña de nuevo, pediría que las paredes de mi cuarto estuvieran decoradas con los dibujos de los créditos. ¡Qué ma-ra-vi-lla! (espero recordar esto para mi próxima vida). Ahora, teniendo tan cerca el día que vi My neighbor Totoro, no puedo decir mucho de Ponyo sin redundar en aquello de la gozadera que son sus personajes y sus visualizaciones (aunque esta no me parece, ni de cerca, una de sus mejores películas). Pero ayer caí en cuenta que otra de las cosas que me encanta de los filmes de Miyasaki es que sus protagonistas (con o sin hermanos; con papás harto peculiares) son niños que pasan buena parte de su día a solas, y es justo durante ese tiempo que entran a mundos y aventuras fantásticos. Es como una magnificación extraordinaria del tiempo a solas cuando eres niño. Podrá parecer obvio, pero sospecho que no todos los adultos tienen noción clara de cuánto bien puede hacerle a un pequeño ese tiempo enteramente a su disposición, aunque sea de más, aunque sea para perderlo. No es que yo fuera una niña de fantasías rebuscadas, pero sí recuerdo que tuve mucho tiempo de esta categoría y que durante él entraba en una especie de túnel que era muy, muy mío. En el que sólo yo cabía. Un túnel que ha hecho la diferencia entre ser una persona que estando sola se aburre o no sabe qué hacer, y ser una persona que adora el tiempo a solas. Ay, Miyazaki, eres grande.

lunes, junio 14, 2010

Día 15: Thank you for smoking


Yo digo que el guión salpica harta inteligencia y sarcasmo, del tipo que el circuito independiente de EU sabe hacer muy bien. Lo suficiente como para provocarle a uno ganas incesantes de tener un cuartito de la labia que tiene el condenado protagonista para darle la vuelta a cualquier argumento. Digo, al menos durante una de esas discusiones para las que uno da con la respuesta adecuada... tres horas después de se que acabó la discusión. Las reuniones del Mod Squad a.k.a. Merchants of Death son fantásticas. Con la que en definitiva no puedo es con Katie-ojos-de-perrito-triste-Holmes-siempre-tengo-que-enseñar-las-boobs. Nunca le creo los papeles. Eso y la parte en la que parodian las negociaciones en Hollywood. Como que está demasiado obvia. Pero bueno.

sábado, junio 12, 2010

Semana 2: Juliet, Naked


A todos nos preocupar ser, o terminar siendo, perdedores. En lo que sea. Absolutos, a medias o a cuartos. Peor aún: sin siquiera estar al corriente de ello. A Nick Hornby se le da retebien delinear ese tipo de personalidades, evidenciar su monumental incapacidad emocional disfrazada de cinismo. Y a partir de ellas, claro, hacernos reír. Total, no somos nosotros (aunque todos seamos un poco perdedores en algo) los exhibidos.
Con todo y que Juliet, Naked no me parece hilarante de principio a fin (como me lo parece En picado o Alta fidelidad), hay varios momentos que me arrebataron no risas, sino carcajadas. En particular esas absurdas situaciones cotidianas que dejan estupefactos a sus personajes, ya hechísimo a la idea de que la redención de sus vidas está más allá de su alcance. Además, la ligereza con la que Hornby es dado a tratar una vida naufragada provoca que uno, discretamente y como de paso, haga un breve autoexamen para cerciorarse de no estar incurriendo en ninguna burrada parecida. No vaya a ser.

Y a continuación les echo a per... ejem, comparto uno de los momentos que más me hizo reír:
Cuando Tucker, quien por primera vez está tratando de ejercer su papel de padre (tiene otros 4 hijos con los que ni lo intentó, o no mucho), y su hijo de 6 años, Jackson, están formados para pasar el punto de seguridad en un aeropuerto. Jackson lleva semanas obsesionado con la idea de que su padre pueda morir, y Tucker, previendo un berrinche que les impida subirse al avión, decide contarle que tanta alharaca es para detectar si alguien trae... pistolas. Incluso escondidas en los zapatos; de ahí que deban quitárselos. Jackson está muy atento a la explicación de su figura número uno, a punto de quedar conforme, cuando la viejita formada adelante de ellos voltea para decirle que no, que su papá le está diciendo mentiras, que no son pistolas lo que buscan, sino bombas, para evitar que alguien vuelva a hacer explotar el avión y se mueran todos. Tucker, claro, quiere matar a la viejita metiche.

Día 14: Last life in the universe


¿Por qué querría alguien suicidarse? Por problemas de dinero, por desamor, por desesperación... Pero yo no lo haría por ninguna de esas razones. Algo más o menos así dice Kenji, el protagonista de la historia, cuando está a punto de colgarse. Pero entonces, irónicamente, es arrastrado no por la muerte, sino por una oleada de sucesos trágicos muy típicos de la vida, por completo fuera de sus manos. Poética y onírica de una manera muy oriental, es de esas películas en las que uno tiene que colocar muchas piezas para darle sentido. Aunque el final es, para mí, lo mejor: pocas personas sonreirían con un desenlace como el suyo. Pero es que, hasta donde me da mi entender, Kenji agradece honestamente haber recibido todo aquello de lo que en un principio carecía. Aun cuando haya llegado en la forma en que lo hizo. Pero quizás le encuentre otro sentido la próxima vez que la vea. Veremos.

miércoles, junio 09, 2010

Día 13: My Neighbor Totoro




No sé nada de poesía. Pero voy a escribir esto: Hayao Miyazaki hace poesía disfrazada de películas animadas. Y otro ejemplito sencillo y hermoso de ello es My Neighbor Totoro. No sé si será la hormona. A lo mejor. Pero me parece que contiene una de las escenas más bellas hecha caricatura que haya visto en toda mi vida: ese momento en el que Totoro gigante, Totoro compacto, Totoro mini, Satsuki y Mei danzan para hacer crecer una decena de árboles. De tan llana, es potentísima, harto conmovedora y rebosante de alegría de vida (es esta de aquí). Lloré al verla. También sonreí, desde mis adentros más adentrados. Y cuando sonó la canción del final, pensé, como siempre que veo algo de su Ghibli Studio, en lo maravilloso que ilustra la sorpresa y curiosidad infantiles, las cosquillas y otras sensaciones corporales, la ternura con la que dota a sus criaturas fantásticas (como Totoro, mezcla de perro-mapache-búho o ese gatobús), el amor determinado que caracteriza a sus personajes humanos... Qué tesoro invaluable son su imaginación y trazo. Más aún, poder disfrutarlos como si se trataran de un dulce favorito. Lo no confesado nunca antes: este señor me hace imaginar lo que será mostrarle su mundo a un niño pequeño y ver reflejada la fascinación en su cara. Así de grande es para mí Miyazaki.

Día 12: ----

Pues no, cumplir el régimen no es posible cuando se te atraviesa una sentida charla vespertina que se extiende hasta la noche. Ni hablar.

Día 11: Sherlock Holmes





Robert Downey Jr. es el atractivo número de esta película (con todo y que lo photoshopearon de más en el póster. ¡Ay, Hollywood!). Dejen que hasta despeinado derrama charm. Es que ese cinismo depurado que le caracteriza cae sobradamente bien. Pero, además de eso, otro detalle fantástico de esta franquicia, como se dice ahora, son las secuencias previas a que Holmes se descuente a alguien. Cómo mide qué daño causará al adversario. Ush. Uno quisiera ser así de milimétricamente inteligente. Con todo, me perdí de sueño 15 minutos antes del final y de la medianoche. Lo bueno es que ya sabía en qué acababa el asunto. Lo que sí, de tener la oportunidad, le diría a Guy Ritchie que es pésimo para castear a las mujeres de sus películas y que debería hacer a un lado su debilidad por las flacuchitas sin suficiente presencia. Le pasó con Thandie Newton en RocknRolla y esta vez con Rachel McAdams. Pero mientras se le siga dando con esa soltura la acción, se le perdona.

martes, junio 08, 2010

Semanas 1 y 2: terminar Los hermanos Karamazov


Por fin terminé Los hermanos Karamazov. Y escribo por fin no porque haya sido un pesar leerlo, sino porque es un libro por cuyas páginas me costó avanzar. Porque cada párrafo contiene ganchos para enredarse en tremendas cavilaciones personales. Porque tiene un carácter duro, áspero, como imagino que debe ser el invierno ruso. Porque tuve que regresarme y releer algunos pasajes y hasta capítulos enteros. Porque tiene conversaciones-disquisiciones que te dejan boquiabierto de tan... sabias, creo que sería la palabra adecuada, y cierto de que no captaste del todo lo que se discutía. Porque retrata con tanta contundencia, que no obviedad, el drama humano que un solo capítulo es capaz de permearte la cabeza de pesadez. Porque Dostoievski (como aparece escrito su nombre en mi ejemplar) lo escribió hace más de 100 años, pero sus frases son como un traje sastre a la medida del hombre de hoy. Pues sí. He ahí el mérito: escribir en una época completamente distinta a la actual un libro de alcances universales y atemporales. Qué apabullante brillantez. Sé que no digo nada que no se haya dicho, pero nunca será lo mismo leerlo en palabras de otros que haber andado ya por esa nieve compactada que son sus páginas y comprenderlo.
De paso, Los hermanos Karamazov también me deja convencida de que es imperioso adentrarme de lleno en la literatura rusa (a saludables intervalos, para evitar el riesgo mayúsculo de dramatizar con tanta intensidad) y me hizo entender los alcances de algo que dijo Juan Eduardo Zúñiga, un autor español, recientemente: "En los grandes autores rusos, no hay espacio para bromas". Eso.

*La portada es de un audiolibro, pero la escogí porque me fascinó la ilustración.

lunes, junio 07, 2010

Días 6, 7, 8, 9 y 10: el desorden



Ni a una semana de empezado este asunto y ya metí el desorden. La culpa la tiene Pátzcuaro y sus encantos para comer y dormir. Peeeero, algo sí vi: I Love You, Eugenio (Un amor muy especial) y Noodles (El pequeño tallarín). Y aunque la primera es italiana y la otra israelí (y me gustó más, más, esta última), ahora que lo reflexiono, ambas tienen un hilo común: personas de espíritu inquebrantable y bondadosas, a pesar de sus circunstancias no tan digeribles. Por un lado, un hombre maduro con síndrome de Down, enamorado de una mujer no precisamente muy centrada pero sí hermosa, con una entereza que ya quisieran varios. Por otro, una mujer dos veces viuda y hastiada de su vida como azafata, que tiene de huéspedes a su ácida hermana al borde del divorcio, a su sobrina y a un niño chino de 6 años. No les revelo más porque aquí sí que les echo a perder las historias simples que valen harto la pena. Lo que sí diré es que, en ambos casos, un suceso inesperado y no grato (como suele pasar) cambia el cursos de sus vidas. Pero este par respira hondo, se avienta al ruedo y consigue que, al ayudar a alguien que lo necesita hasta sus últimas consecuencias, una sonrisa auténtica reine sus vidas. Ah, qué bonito (sí, ya sé, estoy de un alegre-optimista insufrible. Qué le vamos a hacer).

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Tarde o temprano, la vida te lleva —o te obliga, más bien— a ir dejando por el camino un sinfín de equipaje. Lo que crees, piensas, sientes, percibes... siempre tiene caducidad. Y yo, simplemente, quiero ir cada vez más ligera. Si no es mucho pedir.

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