Esto que veo. Esto que leo. Esto que siento. Esto que escribo. Estoy que soy.
martes, septiembre 28, 2010
Semana 12, 13 y 14: A Heartbreaking Work of Staggering Genius
Tenía rato de no enfrentarme a un libro que me provocara semejante letargo a la hora de leerlo. Cierto tedio. Pesar, incluso. Lo suficiente como para transcurrir tres semanas entre sus páginas. Y no porque no me interesara o me pareciera malo... Es simplemente que algo en la historia, en la forma en la que está contada, me hizo sentir como si estuviera atrapada en un pantano y entre más quería avanzar, más se me engarrotaban y pesaban las piernas. Más me hundía. Supongo que algo (o mucho) tendrá que ver que empezar a leerlo coincidió con la muerte de la mamá de una amiga, que eso me permeó de muchos pensamientos y sentimientos, y que es justo a la pérdida de sus padres a lo que se enfrenta el protagonista. Además de tener que hacerse cargo de su hermano de 8 años.
Supongo que transitar por él con tanta lentitud no es más que haber contemplado, en cierto modo, lo desafiante que es asumirte respirando en el mundo sin tus padres. De cómo ellos son una especie de seguridad continua a lo largo de la vida, que conforme creces y ellos envejecen se va desmoronando, pero que nunca se termina de sentir sino hasta el día que físicamente desaparecen. Como si una especie de brújula se apagara.
Otro poco habrá contribuido que, para mí, el libro se empeña en desconcertar, en moverse continuamente, en cambiar cómo narra las cosas para que no te acostumbres, para sorprenderte tan pronto sientes que te has acompasado a su ritmo. Lo que contribuye efectivamente a que los sentimientos que uno vomita sean todo menos estables. Curioso: no se trata de un libro que me haya dejado una impresión unánime. Me ha dejado extrañada, con una peculiar mezcla entre agrado y repulsión. Supongo que ahí está precisamente su valía. O quizás es un libro malísimo y yo estoy perdida. Como sea, he decidido leer otro título de Dave Eggers.
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- Tarde o temprano, la vida te lleva —o te obliga, más bien— a ir dejando por el camino un sinfín de equipaje. Lo que crees, piensas, sientes, percibes... siempre tiene caducidad. Y yo, simplemente, quiero ir cada vez más ligera. Si no es mucho pedir.
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