Esto que veo. Esto que leo. Esto que siento. Esto que escribo. Estoy que soy.

miércoles, septiembre 01, 2010

Semana 11: Amrita


La belleza es tomar algo en las manos y dejar que se vaya después. Uno no se puede aferrar al mar y a la sonrisa de los amigos que se van lejos.

He aquí otra perlita que demuestra que los escritores orientales poseen una sensibilidad particular para hablar de temas espirituales sin tanta complicación ni drama como los occidentales, más bien con un tono harto poético. Uno explora la muerte, la tristeza, la melancolía y la espiritualidad exacerbada a través de Sakumi, el personaje principal, pero sin quedar sobre las cuerdas. Sino, curiosamente, muy sereno. Como si la habilidad de Banana Yoshimoto fuera conducirte con toda suavidad y ternura por la espiral de dolor punzante que puede resultar la pérdida de un ser querido, pero también crecer, hacer nuevos amigos y separarte de ellos... la vida, pues. Amrita está plagada de conversaciones memorables entre madre e hijos, entre hermanos, entre amantes, entre desconocidos, entre amigos y seres ultraperceptivos. Pero, en ningún caso, se trata de conversaciones elaboradísimas. Al contrario: resultan tan cotidianas que si uno no presta suficiente atención se corre el riesgo de dejar escapar buenas dosis de sabiduría. Por eso, digo yo, a pesar de lo ligera que resulta, es una novela que sabe mejor a sorbos y acompañada siempre por una taza de té.

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Tarde o temprano, la vida te lleva —o te obliga, más bien— a ir dejando por el camino un sinfín de equipaje. Lo que crees, piensas, sientes, percibes... siempre tiene caducidad. Y yo, simplemente, quiero ir cada vez más ligera. Si no es mucho pedir.

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