Esto que veo. Esto que leo. Esto que siento. Esto que escribo. Estoy que soy.

viernes, agosto 06, 2010

Día 51: Revolutionary road


El día que la vi en el cine, salí perturbada. De tantas cosas tan dolorosas y verdaderas que Frank y April se sueltan uno al otro y a sí mismos, a gritos y en conversaciones sosegadas (Como: "Creí que éramos especiales, pero no lo somos. Somos como todos"). Enojada particularmente con Frank por haberse resignado a llevar un estilo de vida que lo hacía infeliz, pero que era lo que se esperaba de él, lo normal, lo sano. Cómo él mismo termina por tragarse amargamente sus palabras.
Ayer que la volví a ver, ambos personajes me sacudieron por igual. No me hicieron enojar, sino entristecerme por su negación a ser felices, por su hipocresía. Por saber qué era lo que necesitaban y acobardarse a perseguirlo, como muchas veces suele pasarnos. Es una necedad absurda eso de pasarse la vida diciendo que te gustaría llevar otro estilo de vida, lamentándote por lo que tienes y anhelando lo que no tienes, sin hacer nada al respecto para cambiarlo.
Esta vez, contemplé con más calma al resto de los personajes y me asqueó tanto prejuicio, tanto alivio porque sean los demás los que batallan y se equivocan en vez de uno mismo, tanto autoengaño, tanta convención aprisonante para ser todo menos lo que uno es. Pero sigo creyendo que John (el hijo electroshockeado de una Kathy Bates fabulosa) es, irónicamente, el más cuerdo de todos. Por sincero y por valiente. Por aceptar la mierda en la que está parado.
Aún no he leído la novela de Richard Yates en la que está basada la película, y confieso que me da temor hacerlo. Me gusta tanto la versión fílmica que logró confeccionar Sam Mendes que no quiero echarlo a perder con el cliché ese de "es mejor el libro". Ya veremos qué pasa la próxima vez que se me cruce el libro.

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Tarde o temprano, la vida te lleva —o te obliga, más bien— a ir dejando por el camino un sinfín de equipaje. Lo que crees, piensas, sientes, percibes... siempre tiene caducidad. Y yo, simplemente, quiero ir cada vez más ligera. Si no es mucho pedir.

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