Esto que veo. Esto que leo. Esto que siento. Esto que escribo. Estoy que soy.

martes, agosto 24, 2010

Semana 10 bis: How to lose friends and alienate people


Toby Young es uno de esos tipos que te hace carcajear con sus estupideces en papel, pero que de tenerlo enfrente probablemente querrías ahorcar. O al menos reservarte el derecho a ver cómo se da de trastazos desde la barrera. Por aquello de que es un bruto, orgulloso y narcisista bien hecho. El libro, ahora convertido en película, tiene algunos momentos más reflexivos, digamos, de lo que esperaba. En particular sobre la exacerbada cultura del éxito estadounidense (en comparación con la británica) que no tiene, por ejemplo, The Devil Wears Prada (que se queda en lo meramente anecdótico). Aunque, como sí lo esperaba, también es un saboreable vistazo a ese gran Olimpo editorial que es Nueva York (más concretamente a Vanity Fair y el círculo cercano a su Editor, Graydon Carter) y que desde afuera resulta tan apetecible. Sobre todo si se ha trabajado en la redacción de una revista en un país como México y neciamente se mantiene en pie la creencia de que en otros países la cosa marcha mejor. Pero, al cabo, uno recuerda que los círculos sociales son muy similares en cualquier parte por la sencilla razón de que quienes los integran son personas, como uno. Sí, sí, los salarios y los recursos materiales disponibles para quien forma parte del tinglado nos suenan estratosféricos e imposibles de replicar, la sofisticación de los ambientes, inalcanzable; pero las inseguridades, la vanidad, los egos desproporcionados y los absurdos cometidos en su nombre, así como los prejuicios, ahí andan. Tan en dos pies como en todos lados. Quizás sólo proyectados a mayores alturas. Pensándolo un poco, yo diría que How to lose friends and alienate people es un libro muy digno para leerse durante un verano, pero sobre todo para recordar con bastante humor que los castillos de naipes se construyen en donde sea. Y que siempre pueden terminar por caerse, sin importando el material de sus cartas.

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Tarde o temprano, la vida te lleva —o te obliga, más bien— a ir dejando por el camino un sinfín de equipaje. Lo que crees, piensas, sientes, percibes... siempre tiene caducidad. Y yo, simplemente, quiero ir cada vez más ligera. Si no es mucho pedir.

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