Esto que veo. Esto que leo. Esto que siento. Esto que escribo. Estoy que soy.

sábado, agosto 14, 2010

Día 58: The Wrestler


Para mí, Randy The Ram (Micky Rourke, de paso) es un personaje tan roto que necesita un abrazo de esos que ya nadie puede darle. Ni él mismo, y lo intuye. Pero, puesto contra sobre las cuerdas de su propia vida, tiene que seguir intentando conseguirlo y lo hace, aunque poco convencido, con poca idea de cómo hacerlo. Aunque termine por fracasar y admitir que regresa al ring porque allá adentro nadie lo lastima. Foc. Foc. Foc. Llegado este momento, uno hace ya rato que tiene el corazón desgarrado. Uno ya contempló de frente la cruda decadencia después de la gloria. La desoladora situación de no hallarse en ningún otro lado más que en aquello a lo que dedicaste la vida, en aquello que la dejaste. Uno ya contempló esa escena en el muelle abandonado, con Stephanie, su hija, en la que acepta resignado que era él quien debía encargarse de que todo saliera bien, pero no pudo hacerlo. Uno ya se encontró con el hombre plenamente consciente de su trunca vereda. Pfffff. Antes del final, uno ya comprendió que Randy sigue el único camino que puede seguir: el de entregar el último aliento que le queda. Lloro sólo de recordar ese preciso instante en el que toma valor para hacerlo.
En fin, si algo le admiro a Darren Aronofsky es su versatilidad para armar películas que te remueven bien y bonito la tripa, y no siempre en la misma dirección. Tampoco es que tenga muchas en su haber (tiene ocho como director; tres de las cuales jamás llegaron a este país, las primeras: Protozoa, Fortune Cookie y Supermarket Sweep), pero baste mencionar Requiem for a Dream o The Fountain (una película que le tomó casi una década sacar a flote) para recordar que este tipo sí sabe su oficio. Ahora, a esperar hacia dónde nos llevará con The Black Swan.

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Tarde o temprano, la vida te lleva —o te obliga, más bien— a ir dejando por el camino un sinfín de equipaje. Lo que crees, piensas, sientes, percibes... siempre tiene caducidad. Y yo, simplemente, quiero ir cada vez más ligera. Si no es mucho pedir.

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