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martes, noviembre 16, 2010

Película 122: Hahaha (52 Muestra 4/22)


La trama: Dos amigos se reúnen para comer y platicarse sus respectivas anécdotas vividas durante un verano en un pequeño poblado coreano. Casualmente, ambos estuvieron en los mismos lugares y con las mismas personas, pero sin darse cuenta y sin cruzarse.

Opino que: Sin ser una maravilla imperdible, tiene sus detalles interesantes. Como la forma en la que está contada: el encuentro presente entre los dos amigos es a través de fotos fijas en blanco y negro, mientras que las respectivas anécdotas del verano son secuencias en color. Y no por ello carece de agilidad. También llamaron mi atención las curiosas relaciones entre los personajes; las duras palabras que se dicen unos a otros sin que ello provoque dramatismos exacerbados. Se gritan, pero luego todo regresa a una especie de calma extraña. Y esa escena en la que una de las chicas carga de caballito a su novio después de descubrir que la engaña... Qué cosa rara. Sin duda me hizo preguntarme si, en sus formas, así será la cultura coreana. Amén de antojarme un festín como los que tienen enfrente los personajes casi todo el tiempo (me encanta que para los orientales comer sea todo un ritual).
Pero quizás lo que más me atrapó fue la indecisión y la aparente incapacidad de los personajes (a excepción de la mamá de uno de ellos) por tomar decisiones en favor propio. Su poca dignidad consigo mismos. Como si fueran niños atolondrados atrapados en un cuerpo adulto.

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Tarde o temprano, la vida te lleva —o te obliga, más bien— a ir dejando por el camino un sinfín de equipaje. Lo que crees, piensas, sientes, percibes... siempre tiene caducidad. Y yo, simplemente, quiero ir cada vez más ligera. Si no es mucho pedir.

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