Esto que veo. Esto que leo. Esto que siento. Esto que escribo. Estoy que soy.

miércoles, junio 23, 2010

Día 21: Toy Story 3



Cómo diablos logra Pixar abrirse paso a lo más profundo de uno con tanta facilidad y removerlo, no lo sé. Pero vaya que sabe hacerlo. No se habían apagado las luces del cine y ya estaba emocionada. No sólo yo. Una especie de emoción creciente se respiraba en la atestada sala. Igualita a aquella que se experimenta cuando vas subiendo lentamente en un carrito la pendiente de un juego mecánico de la que te dejarán caer. Porque, ahora que lo pienso, eso es Toy Story 3: una montaña rusa de escenas en la que disfrutas a lo grande cada subidón, cada bajada, cada vuelta; de la que te alegra no ver cerca el tramo final, de la que definitivamente no quieres bajarte y a la que quieres subirte incluso antes de que llegue el final. Y cómo no, si al ir a través de la historia hay risas, carcajadas, retortijones, lagrimitas, lagrimones (de risa y de ternura y de nostalgia y de...), exclamaciones de sorpresa, un personaje, otro personaje, Totoro!... ¡Uffff! Es una explosión de emociones fantásticamente armada. Lo suficiente para que uno salga de la sala dispuesto a abordar un avión y tomar a fuerza de abrazos y besos las oficinas de Pixar. O al menos así de cargado de alegría y de emoción dejaron mi corazón. Y estoy convencida de que, de tanto por ver, no capté muchos otros detalles. Pretexto más que suficiente para verla de nuevo.

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Tarde o temprano, la vida te lleva —o te obliga, más bien— a ir dejando por el camino un sinfín de equipaje. Lo que crees, piensas, sientes, percibes... siempre tiene caducidad. Y yo, simplemente, quiero ir cada vez más ligera. Si no es mucho pedir.

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