Esto que veo. Esto que leo. Esto que siento. Esto que escribo. Estoy que soy.

jueves, junio 24, 2010

Semana 4: El guardián entre el centeno


Cuando me vio con este libro en la mano, el mareado se sorprendió de que no lo hubiera leído en la escuela. Pues no, es que a mí en la escuela me hicieron leer puro autor iberoamericano, le expliqué. Mis maestros ejercían un malinchismo inverso, digamos. Y luego me enfrasqué en otras cosas y jamás me pasó por la cabeza leer El guardián entre el centeno, hasta que hace poco me topé con él en la caja de una librería y lo sumé de último momento a la cuenta. Claro, estaba ahí porque no tenía mucho de haberse muerto Salinger, y confieso que me entró una pena tremenda conmigo misma por no haberlo leído y por estar comprándolo empujada por la célebre muerte del autor. Osh. Pues sí, es esa clase de libros que se supone todos debimos haber leído a cierta edad. Pero al grano: ahora que lo terminé pienso en qué fortuna la mía no haberlo hecho antes, porque con lo desadaptadita que era de adolescente (ya me compuse un poco, la verdad) me habría arrastrado en exceso creyéndome una Holden Caulfield más. De la que se salvó el mundo. Dicho esto, sólo añadiré tres cosas:
1. Quiero leerlo en inglés. Tengo la curiosidad de comprobar si también en su idioma original la forma en la que habla Holden parece la de un adolescente actual cualquiera, más de 50 años después de haberse publicado y escrito. Supongo que sí. Y eso sí que es talento.
2. Me fascinó el origen del título (aunque, para variar, tiene más sentido el título original en inglés) y qué grande es el único oficio deseable para Holden.
3. Soy fan de la amargocidez de Salinger.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Datos personales

Mi foto
Tarde o temprano, la vida te lleva —o te obliga, más bien— a ir dejando por el camino un sinfín de equipaje. Lo que crees, piensas, sientes, percibes... siempre tiene caducidad. Y yo, simplemente, quiero ir cada vez más ligera. Si no es mucho pedir.

Seguidores