
Chan Wook Park me voló la cabeza con su trilogía dedicada a la venganza: Sympathy for Mr. Vengeance, Oldboy y Lady Vengeance. Desde sus títulos. Pero también por su narrativa, sus planos, su historia, por todo lo que te asesta a chorros. Además de sangre y violencia, claro. Me ha vuelto a pasar lo mismo con Thirst (un título tan simple y a la vez tan elaborado y adecuado). Fuera de que tuve que pestañear varias veces durante la película para asimilar lo que este surcoreano es capaz de retratar y transmitir en un solo acto, llegado el final entré en una especie de vacío auditivo (pero general), como el que te generan los oídos sumamente tapados. Porque, encima, se da el lujo de desterrar la crudeza con humor y un sentido acto de amor. Foc. Total, en una época en la que parece imperioso estar enganchado con al menos alguna historia de vampiros, Thirst es un must. ¿Un sacerdote que se vuelve vampiro y lucha contra la bestia enardecida que lo habita y la convicción de mantener a la moral como conductora de sus actos? Sí, estamos hablando del delirante Chan Wook Park. Ahora quiero conseguir I'm a cyborg, but that's Ok.
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